Docente-Investigadora UNLP-IdIHCS-CONICET y coordinadora del Foro Latinoamericano sobre Evaluación Científica (FOLEC-CLACSO).
¿Cómo está configurado a nivel mundial el sistema hegemónico de evaluación, acreditación, circulación y comunicación de la ciencia?
En la evaluación de las trayectorias, las instituciones y la investigación, podemos observar un giro cuantitativo en las últimas décadas que genera distintas distorsiones. El uso para la evaluación de métricas basadas en revistas y en publicaciones, lo que se denomina el factor de impacto de las revistas, o Índice H, ha producido muchas transformaciones en el plano de la investigación y sus prácticas. También en lo que tiene que ver con los ránkings universitarios: la mayoría de esas clasificaciones están basadas también en estas métricas de las revistas y publicaciones, con criterios y metodologías que establecen las empresas comerciales externas a la institución universitaria. Y si vamos al plano de las trayectorias de quienes se encuentran en las universidades, en los centros de investigación, hay una mayor ponderación o reconocimiento, a través de recompensas modestas, de la trayectoria en investigación, en detrimento de la trayectoria en docencia y/o en extensión. Particularmente, una contabilización de papers o publicaciones de resultados de investigación como instrumento privilegiado de esa producción o de esa trayectoria. Lo que vemos es un uso y abuso de este tipo de métricas de evaluación que tiene efectos negativos para la calidad y para el impacto científico a nivel económico, porque la publicación en estos circuitos comerciales internacionales, que es bastante predominante en algunas disciplinas, implica que parte de los fondos públicos para la investigación se destina a la publicación comercial, paga.
¿Cómo afectan las relaciones centro-periferia, las desigualdades entre regiones pero también al interior de cada regiones, en este esquema?
Lo que hacen todas estas prácticas de evaluación es limitar la autonomía de las agendas de investigación que buscan vincularse con temáticas locales o con prioridades nacionales de desarrollo, que quizás no están representadas en las revistas o en las oportunidades de publicación comercial en el circuito principal. Claramente, hay un desincentivo a prácticas de acceso abierto – una tradición bastante arraigada, por ejemplo, en nuestra región en América Latina y el Caribe– porque está restringido el acceso a la lectura y a la publicación. Muchos investigadores e investigadoras privilegian publicar en estos circuitos principales, comerciales, porque luego tiene mayor reconocimiento en la evaluación. Todo esto es una gran distorsión de un sistema que es predominantemente público en sus formas o en sus fuentes de financiamiento. Y también aleja a la investigación de las demandas de los sectores socioproductivos y de los entornos más inmediatos, porque las agendas se mueven por una discusión internacional fundamentalmente de carácter disciplinar.
¿Cuáles son los elementos troncales del sistema más abierto, democrático e –habría que decir también–popular de producción y circulación de conocimiento?
De manera general diría que es necesario resignificar la noción de excelencia, por una noción de excelencia que esté articulada por una investigación de calidad, pero también diversa, equitativa, relevante socialmente. Ha habido algunos avances, pero todavía falta mucho por hacer para justamente, en términos culturales, resignificar esa noción en el ámbito académico y científico. También hay que apuntar a una evaluación más cualitativa, que se pueda apoyar en el diseño y uso de indicadores responsables de la investigación, situados, que reflejen adecuadamente la producción que se publica en revistas, pero también en libros, en repositorios institucionales de las universidades o de los organismos de ciencia y tecnología, que esa producción más amplia pueda ser utilizada por la evaluación. También una ciencia que no tenga restricciones de pago para la publicación y para la circulación. Apuntar a jerarquizar o valorizar en la evaluación los procesos de producción de conocimiento de manera colaborativa y no, como resulta actualmente, una ciencia medida por resultados, más individual.
¿En qué sentido habría que reformular la idea de excelencia?
La idea de excelencia dominante o hegemónica es más una idea consensuada por una comunidad académica en torno a una disciplina. Hablamos de una idea de excelencia que sea mucho más amplia, que atienda a que la ciencia sea enriquecida y fortalecida con la diversidad de saberes locales, pero también por la diversidad de trayectorias de distintos sujetos que pueden participar en el proceso y que mejoran con su participación, con su colaboración, los procesos de producción y de circulación de conocimiento. Se trata de poder pensar la excelencia o, si se quiere, la calidad de la investigación en la interacción con la sociedad, en la atención de problemas relevantes para resolver de su entorno más inmediato a nivel nacional, en la apertura de ese conocimiento por la participación o la interacción con actores extraacadémicos cuando sea oportuno.
¿Qué experiencias hay en la Argentina, en la región, en el mundo, en las que se están estableciendo criterios distintos de evaluación y de acreditación?
Lo que tenemos en los últimos 10 años es una agenda, si se quiere, internacional y regional donde empieza a haber un cuestionamiento más organizado a todos estos criterios de los que hablábamos. Hay distintas iniciativas a nivel internacional, como la Declaración de San Francisco sobre Evaluación de la Investigación (DORA, del inglés “Declaration on Research Assessment”) o el Manifiesto de Leiden, que justamente critican este giro cuantitativo en la evaluación de trayectorias y en la investigación. En América Latina, desde el 2019, entre otras iniciativas, está el Foro Latinoamericano de Evaluación Científica de CLACSO, que justamente lo que intentó en años es movilizar esta temática en la región. Había mucho malestar de docentes, investigadores, extensionistas sobre esta cultura académica, entonces, este sector fue movilizado a través de distintas actividades de concientizar, de poner una agenda común para dialogar y también se elaboraron algunas herramientas más de intervención para el diseño de políticas evaluativas responsables como instrumentos para la mejora. Creemos que esta es una de las iniciativas para consensuar. Si bien no hay un modelo común, sí hay algunos principios, como los que mencionaba antes, de prácticas responsables de evaluación académica en los que queremos converger con otros actores de la región. Después, su implementación sí requiere de más matices que atiendan a la configuración histórica del sistema científico y universitario de cada uno de los países, pero creemos en la posibilidad de establecer una agenda común, que ya está bastante consolidada, para acordar para una transformación regional de la evaluación académica.
¿Cuál es el panorama internacional de esta disputa en términos político-institucionales?
El panorama es bastante favorable, en el sentido de que hay muchos organismos internacionales de ciencia y tecnología que han incorporado la reforma de la evaluación responsable a sus agendas de investigación. Es un momento de proliferación de iniciativas, de declaraciones, de grupos de diagnóstico, de estudios sobre esta cuestión. Obviamente, también en paralelo la acción de las editoriales internacionales comerciales es fuertísima, haciendo presión para hacer valer sus métricas, para hacer pequeñas modificaciones para que nada cambie sobre lo que se publica en sus revistas y sobre su impacto. Entonces, el desafío es muy grande, es una transformación global, regional, nacional, local e institucional. Son muchas escalas y niveles al mismo tiempo en donde hay que dar estos pequeños pero sustantivos cambios para generar otra cultura de la investigación, para generar un mayor bienestar en el sistema académico, para generar relevancia en lo que hacemos, volver a dotar de sentido a la actividad académica, en diálogo con la sociedad, sobre todo en América Latina y el Caribe, donde esto es urgente y necesario.
¿De qué manera afecta una configuración de este tipo al trabajo académico y docente?
Nos afecta mucho. De hecho, CONADU viene produciendo muchísimos materiales de reflexión en torno a la evaluación en el ámbito de las universidades. El reconocimiento a la docencia queda bastante invisibilizado y también queda relegada la producción de saberes en torno a ella, cuestión que sería muy valiosa poner a disposición, difundir en repositorios abiertos, en las revistas de discusión nacional, y después poder recuperarla en la evaluación de trayectorias. No solo es la actividad de docencia sino también la propia reflexividad en torno a la tarea. Lo mismo con la extensión: la coproducción de conocimientos, por no encajar del todo en el formato tradicional de la publicación académica en artículos, en esta discusión de los circuitos más internacionalizados, queda relegada, queda invisibilizada. Entocnes, me parece que el gran desafío es poder ampliar las infraestructuras que visibilicen esas producciones, ese conocimiento, y que sea jerarquizada en los procesos de evaluación de la investigación. Ahí tienen un rol clave los repositorios institucionales, que haya una cultura de depositar esas producciones en acceso abierto para que luego puedan también ser revalorizadas en el momento de la evaluación.
¿Qué debería ocurrir en la Conferencia Mundial de Educación Superior en este campo?
Me parece que allí hay que fortalecer la perspectiva, la trayectoria y la reflexión latinoamericana en estos temas de evaluación de la academia y de la investigación y también en el acceso abierto y en ciencia abierta. De alguna manera, poner en discusión nuestra trayectoria, que privilegia el conocimiento como bien común, gestionado de manera no comercial por las comunidades. Ponerlo ahí en acción que sin duda las prácticas de evaluación deben inducir a una cultura de la investigación que reconozca la colaboración, la apertura, el compromiso con la sociedad y que ofrezca oportunidades para distintas trayectorias de distintos –si se quiere– talentos en el plano académico.