La Facultad de Filosofía y Letras de la UBA lleva adelante un centro universitario en Barracas Sur. Ivanna Petz, Secretaria de Extensión y Bienestar Estudiantil, conversó con Política Universitaria para explicarnos cómo se creó un espacio que incluye, entre muchas iniciativas, la formación en oficios, la implementación de políticas públicas, el asesoramiento a PyMEs y sindicatos, la articulación con diferentes programas estatales, el trabajo con otros niveles educativos y un CBC.
¿Cómo surgió el Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción Comunitaria (CIDAC) y cómo está funcionando hoy?
El CIDAC es un proyecto que empezó a emerger cuando Hugo Trinchero era decano de la facultad, como instancia superadora de otros proyectos que Trinchero y un grupo de estudiantes de la carrera de Antropología estábamos llevando adelante. Uno fue el Programa Permanente de Investigación, Extensión y Desarrollo en Comunidades Indígenas de Argentina (este programa trabaja con poblaciones Wichi, Chorote, Chulupi y Toba) asentadas sobre las márgenes del río Pilcomayo, en el norte salteño, límite con Bolivia y con Paraguay.
En ese proyecto, estamos hablando de mediados de los años 90, aprendimos mucho respecto de cómo generar un centro universitario territorializado, de cómo hacerlo en las comunidades indígenas y cómo integrar el saber indígena como parte también del desarrollo universitario situado y en territorio. Entonces, de esa primera experiencia postdictadura en torno a la territorialización universitaria, por lo menos en el caso de Filosofía y Letras, sacamos un aprendizaje respecto de qué es la territorialización en términos universitarios y también un aprendizaje respecto de lo que nosotros llamamos democratización epistemológica, al incorporar a la propia dinámica a los sujetos como productores legítimos de conocimiento.
Luego, otra experiencia que surgió en plena crisis y cuyos desarrollos posteriores se concentraron con exclusividad en empresas y fábricas recuperadas en Argentina, es el programa Facultad Abierta, que en su origen, 2002, 2003 aproximadamente, tuvo que ver con convocar a todas aquellas experiencias de extensión universitaria que se desplegaban en distintos territorios sin ser reconocidas por la institución como tales, muchas llevadas adelante por grupos de estudiantes que trabajaban en los distintos barrios del conurbano bonaerense, con comisiones de desocupados, en comedores, y que no necesariamente tenían una vinculación con la militancia estudiantil universitaria.
Traigo estos programas porque son los que más directamente podemos identificar como antecedentes del CIDAC, pero lo cierto es que entre los años 2001, 2002 y 2003, muchas experiencias emergieron haciendo un proceso de acumulación muy importante. Crecieron geométricamente y se fortalecieron a partir del 2006 con el surgimiento del Programa Nacional de Voluntariado Universitario durante la gestión de Daniel Filmus en el Ministerio de Educación de la Nación. Fue la primera gran política de subsidios a la extensión que tuvo la Argentina.
A partir de este acumulado de experiencias y de conocimiento, en octubre del 2007 Hugo nos propone pensar la Universidad de Buenos Aires de cara al sur de la ciudad, y convoca a un grupo de investigadores y extensionistas a gestionar dos hectáreas en lo que es Barracas Sur, específicamente en Estación Buenos Aires, terrenos que pertenecían a los ex talleres del Ferrocarril Belgrano Sur. Eran terrenos que estaban bajo el control de la Organización Nacional de Bienes del Estado, después de las privatizaciones menemistas. En ese espacio, esa situacionalidad, el proyecto que pensamos fue el CIDAC. Lo primero que nos propusimos fue construir la sede física, la referencia material del enclave territorial de la Universidad. Lo único que había, cuando llegamos, eran algunos galpones viejos, que ya tenían más de cien años y estaban en una condición edilicia muy precaria. Además, muchos de ellos estaban tomados por familias que habían afrontado de esa manera la crisis de vivienda, que existe aún hoy en el sur de la Ciudad de Buenos Aires. Teníamos un terraplén de ferrocarril sin el galpón y otro terraplén con un galpón de más de 120 metros de largo. Recorrimos ministerios buscando diferentes políticas que nos permitieran poner en valor el galpón hasta que dimos con el Programa de Obra Pública Local con Aporte de Materiales «Trabajadores Constructores» del Ministerio del Trabajo, que era un programa que te permitía capacitar en obra, con lo cual empezamos a caminar el territorio, articulamos con distintas organizaciones que estaban en Barracas Sur con desarrollo territorial y sociopolítico, hicimos varias reuniones con muchos referentes de la zona y pudimos acercar a distintos vecinos que tenían un plan de empleo comunitario o un plan Jefas y Jefes de hogar, porque el Programa estaba vinculado a fortalecer esos planes de empleo. La Facultad tenía que poner un viático y el Ministerio aportaba materiales para generar una infraestructura de uso comunitario. La propia construcción del CIDAC fue un proceso de formación en oficios y dejó capacidad instalada para la Universidad.
De esta experiencia aprendimos muchísimo de las personas que se capacitaron en obra, no solamente por todas sus trayectorias relacionadas con la militancia en Barracas, sino por todo lo que fue el proceso de formación de ellos, ya que intentamos vincular nuestras carreras a esa capacitación. La carrera de Ciencias de Educación después terminó generando el Instituto de Formación en Oficios, el IFP del CIDAC, que se ata a las líneas de política del Ministerio de Trabajo a partir del 2011, cuando se nos dio acceso a las universidades nacionales a ejecutar políticas de formación en oficio.
No solamente, entonces, estaba lo que fue el fortalecimiento más sectorial que se lleva adelante vía los sindicatos, lo que es capacitación y formación continua, sino que también las universidades fueron un actor reconocido para ese desarrollo, incluso en temas que nada tenían que ver con Filosofía y Letras (construcción, por ejemplo). A nosotros eso nos ponía también en esta situación de tener que salir a buscar ingenieros, articular con otras facultades, con cooperativas de construcción, con la UOCRA. Estas experiencias de implementación de políticas públicas te correlacionan otras cuestiones, otros vínculos necesarios para ese desarrollo que, también, es de integralidad de prácticas.
Así surge el CIDAC, en un doble movimiento, con relación al territorio y con relación a interpelar fuertemente la propia dinámica de la política académica al interior de la institución. Ese era el otro gran desafío nuestro: cómo la agenda de las articulaciones que íbamos creando en el territorio nos impactaba acá adentro y generaba la posibilidad de equipos interdisciplinarios, equipos que pudieran pensarse más allá del objeto disciplinar y más allá del interés del desarrollo investigativo de cada quien. El armado de los equipos integrales, que además son intersectoriales e interdisciplinarios, fue una importante experiencia de gestión; en función de áreas problema. Para esto nos apoyamos en la obra de Oscar Varsavsky. Nos preguntábamos, por un lado, cómo lograr unidades organizacionales que habilitaran prácticas integrales y por otro, cómo gestionábamos otras modalidades de construcción de conocimiento. Fuimos encontrando, con el desarrollo del CIDAC, una lógica que contrarresta al consenso ortodoxo, que evalúa la producción del conocimiento por la cantidad de papers que se publican.
En el CIDAC hay muchos equipos de trabajo. Algunos están en función de necesidades de, por ejemplo, escuelas que están en la 21-24, clubes que están en Zavaleta, espacios de cuidado que están por todo el barrio. Barracas está dividido en tres distritos económicos definidos por el Gobierno de la Ciudad, el Distrito de las Artes, el del Diseño y el Informático, con lo cual tenemos vínculos con el mundo de las pymes. También hay armados sindicales que atraviesan la cuestión informática. En convenio con la Unión Informática, a partir del Instituto de Formación Profesional, estamos viendo por dónde tienen que ir las capacitaciones para que muchos jóvenes de sectores populares de esa misma zona, que son autodidactas en programación, en manejo de redes y demás, puedan ingresar a estas pymes, entonces la universidad está ahí como articuladora en función de un proceso de acreditación de saberes.
Hasta hoy, que les llegó el telegrama de despido a todas las personas que trabajaban en el desarrollo de la política de territorializacion de la justicia, teníamos funcionando un CAJ, un Centro de Acceso a la Justicia, en el CIDAC. Es que a partir de pensar la universidad en clave de territorialización, nos fuimos encontrando con compañeros graduados que trabajaban en distintos ministerios. Se armó una sinergia muy potente en el momento en que el estado pensó su ampliación mediante políticas con abordajes territoriales, y la universidad también. Por ejemplo, nos hemos encontrado con compañeras de Antropología, que hacían capacitaciones cuando estaba Nilda Garré en el Ministerio de Seguridad. Ellas estaban también en el equipo de Antropología Jurídica de la Facultad y pudimos armar un proyecto muy interesante que se llamó Redes Libres para la Seguridad Ciudadana en articulación con el Ministerio de Ciencia y Tecnología, con el programa PROCODAS y el Ministerio de Seguridad, en el que se trabajó con jóvenes en relación con cuestiones vinculadas a seguridad ciudadana, por un lado, y a violencia institucional, por el otro.
¿Y cómo es ese trabajo de pensar qué políticas o qué programas son los que estarían haciendo falta? ¿Hay una demanda por parte de las organizaciones, de los habitantes, hay un trabajo conjunto de análisis, o hay programas que los preceden?
Nosotros siempre hablamos de un proceso de construcción de la demanda. Porque la universidad, cuando se piensa en clave territorializada y empieza a trabajar en la articulación social, es un actor más que colabora ayudando a perfeccionar la enunciación de la demanda al Estado o hacia los privados, por lo menos en el caso de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales. Se colabora también en cómo discurre esa demanda y por dónde tiene que ir tramitando y también, se acompaña el fortalecimiento de las organizaciones al tiempo que se construye conocimiento conjuntamente. Toda esta reflexión fue resultado de pensar y volver a pensar el lugar de la universidad en el territorio que no es el mismo que el de una organización social ni que el de un centro de vecinos. Nosotros llamamos a esta reflexión como ese necesario control político epistemológico de nuestras praxis extensionistas, para no desviarnos hacia el voluntarismo, por más que hay momentos en que no lo logramos. En la Facultad de Filosofía y Letras tenemos conviviendo formas fuertemente asistenciales de extensión con formas que pasan por la generación de procesos sociotécnicos o con la ejecución de políticas públicas, y formas de integralidad de prácticas universitarias, donde los equipos se piensan en clave de una investigación que te demanda ese proceso de extensión y que después impacta en la docencia, tanto en la misma docencia abierta como en la de grado. Esto nos permitió avanzar mucho en la curricularización de la extensión.
Volviendo al proceso de construcción de la demanda, uno de los órganos del CIDAC es el Consejo Consultivo Social. En este último tiempo, después de la pandemia, no está tan activo porque se jubilaron dos personas que eran muy importantes en el equipo de trabajo, con lo cual estamos en un proceso de reconfiguración del equipo. Y también, de todo el territorio, a partir de que se define, en 2014, que el PROCREAR en la ciudad se construya en Estación Buenos Aires, en el resto de las hectáreas que administraba el ONABE. Al haber sido partícipes del único ámbito estatal que estaba en Estación Buenos Aires previo a la conformación del PROCREAR, colaboramos con dicho Programa y la Dirección de Asistencia Crítica del Ministerio de Desarrollo Social en el relevamiento de la cantidad de familias que estaban ocupando los galpones que había. Y tuvimos que colaborar en el relevamiento de las unidades productivas que hacían un uso privado del espacio público y que se tenían que ir para poder construir las 2400 viviendas que implicaba el PROCREAR. La entrega de las llaves a las familias que estaban ocupando los galpones y que en el marco del PROCREAR tuvieron opción a la vivienda propia, se entregaron en el CIDAC en noviembre del 2019. O sea, el barrio actual donde está inmerso el CIDAC, comienza a poblarse por quienes eran sus habitantes originarios.
No hubo desplazamiento sino una relocalización dentro de la misma zona.
Totalmente, y se hizo a partir de una estrategia que contemplaba soluciones transitorias en función de lo que le venía bien a cada familia. No solamente el barrio estaba cambiando, en ese momento hubo también un cambio de gobierno y después vino la pandemia. Fue, por un lado, una gran crisis, pero por otro lado, una nueva oportunidad, porque la Universidad de Buenos Aires define trasladar la sede del CBC de Montes de Oca y empezar a construir en el galpón existente. Con lo cual hoy tenemos 18 aulas, además de la parte operativa del galpón que nosotros teníamos construida nueva y que son dos aulas para 60 personas y un SUM enorme. Todo eso también cambió un poco el sentido del CIDAC, porque ahora se empieza a pensar en cómo colaborar desde ahí con el ejercicio del derecho a la educación de ocho mil estudiantes que están cursando en Estación Buenos Aires. Desde el año pasado se activó un dispositivo que llamamos la Interequipos de Educación, que viene sosteniendo un trabajo muy capilar con escuelas primarias y secundarias de Barracas y del sur de la Ciudad de Buenos Aires para que esos estudiantes puedan también acceder al CBC. El desafío es pensar cómo se colabora con el estudiante que elige la UBA y que tiene que cursar el CBC.
El CIDAC se está repensando en esta nueva situación territorial que suma un barrio y una sede. Quedan muchos equipos que siguen comprometidos con el territorio. En la escuela 11, por ejemplo, el equipo de Etnolingüística de la carrera de Letras trabajó en el armado de un diccionario para los docentes, porque en las aulas hay muchos estudiantes que son paraguayos, que hablan guaraní como primera lengua, y el español tiene que ser enseñado como segunda lengua. También hay experiencias en el CESAC 41 o el CESAC 8, con las áreas programáticas de los hospitales. Llevamos más de quince años en ese territorio, entonces somos un actor reconocido, nos vienen a buscar de distintas instituciones y de distintas organizaciones para articular trabajos y desarrollos.
La expectativa social en relación con la universidad es algo que se fue construyendo: no solamente está depositada en que cada estudiante pueda ejercer su derecho individual a la educación superior, sino que ya nos reconocen como un actor central en el ejercicio del derecho colectivo a la educación superior. En esa clave va lo del diccionario o el trabajo del equipo de Discapacidad de la facultad llevando adelante, el relevamiento de accesibilidad de las veredas, en Estación Buenos Aires se hizo el mapeo para quienes tienen dificultad motora, para quienes van con un bastón, o para una mamá o un papá con un bebé en el cochecito. O también, el área de transporte de la carrera de Geografía pensando cuál es la comunicación en el marco de un nuevo barrio, qué sistema hace falta para llegar a los lugares de trabajo. Y hay toda un área en el Instituto de Formación Profesional del CIDAC complementando a los centros de oficios que dependen del Gobierno de la Ciudad en esa zona.
Y en este momento particular, de tanta restricción presupuestaria, con programas que ya no existen más, ¿qué perspectiva ven ustedes para el CIDAC?
Sentimos un golpe fuerte este año, cuando se anuló la política de Voluntariado Universitario, que después se llamó de Compromiso Social Universitario. Nos quedamos sin el sostenimiento de todos los desarrollos en el territorio. La Universidad de Buenos Aires tiene un programa de subsidios a la extensión universitaria, UBANEX. Aún esa línea sigue, está atada a que se consiguió el renglón presupuestario de la extensión universitaria. Este año hubo convocatoria, nos volvimos a presentar y algunos proyectos salieron subsidiados, pero, de 39, fueron aprobados 16, cuando históricamente teníamos 30. Incluso si se suman los proyectos UBACyT, se siente mucho la falta de presupuesto para sostener el trabajo de los equipos. El poco presupuesto que hay se orienta en función de aquello que se establece como más prioritario.
Que se cierre el CAJ es un problema, porque teníamos toda la sede abierta todos los días de la semana, de 8 a 2 de la tarde, con este Centro de Acceso a la Justicia que recibía demandas, principalmente, de violencia de género y violencia laboral. Ese CAJ se llamaba Mariano Ferreyra y se inauguró el 20 de octubre de 2020, cuando se cumplieron diez años de su asesinato, a partir de un convenio conjunto entre el Ministerio de Seguridad y Derechos Humanos y la Facultad de Filosofía y Letras. Verlo derrumbarse es muy doloroso. En el trabajo que se hacía ahí, se podía ver la productividad de la política, con sujetos que planteaban una demanda e inmediatamente se establecía la derivación o el acompañamiento para dar curso a esa demanda. Seguimos con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el programa Adolescencia, desde el 2016 hasta ahora en continuidad. No hay mucho trabajo con las adolescencias, pudimos generar un abordaje a partir del intercambio con escuelas y una tarea de base comunitaria, de ir a buscar a los adolescentes a las casas para convocarlos a las propuestas que hacíamos desde la universidad con relación a ese programa. Esto se mantiene hasta el día de hoy. También continúan las propuestas integrales, de prácticas. Se apela a la solidaridad de nuestros estudiantes para continuar con esos trabajos. Al ya estar incorporadas en la currícula de nuestras carreras, hay un reconocimiento de las prácticas. Eso logró masificar la extensión universitaria, por lo menos en Filosofía y Letras. Y ya teníamos el territorio con un centro, con lo cual, el lugar estaba. No es el único lugar de la Facultad, tenemos museos, el Centro Cultural Paco Urondo, hay escuelas, pero el origen y sobre todo la experiencia para pensar la curricularización de la extensión surgió de la construcción del CIDAC.
También hay una pregunta: ¿cómo escalamos las producciones de extensión universitaria y cómo escalamos las producciones de investigación que hacemos desde las ciencias sociales y de las humanidades?
Bueno, esa es la pregunta para todo el sistema, ¿no?, al menos si planteamos una crítica al modelo neoliberal de producción de conocimiento.
Sí, tal cual. De este desarrollo y esta acumulación de experiencias surge un centro de referencia para la elaboración de políticas públicas con abordajes territoriales y con participación social. Quizás todo el CIDAC se redefina en este sentido. Hay algo de los procesos de legitimación social de las universidades que va en el sentido del derecho colectivo y de cómo las gestiones universitarias podemos generar condiciones para el ejercicio de ese derecho. Porque el CIDAC es parte de eso, y nosotros tenemos que poder transformar también las universidades, las facultades, en esa dirección. Si no, nos quedamos en una cuestión más discursiva, que está muy bien pero que es necesario materializar y que se vincula a la utilidad social del conocimiento. Entonces, ¿cómo traccionamos presupuesto? ¿Cómo lo discutimos en este sentido? Hay antecedentes muy potentes en la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires del 73, que fueron los CEPIA, Centros Pilotos de Investigación Aplicada. Y el proyecto en Isla Maciel del 66, que fue la primera gran experiencia de territorialización de la UBA, donde la Facultad de Filosofía y Letras con sus disciplinas tuvo un lugar central.
Necesitamos pensar cómo construir políticas públicas, a pequeña escala, como experiencias piloto, para que después el Estado pueda escalarlas. Qué aprendemos de esas experiencias, sus tensiones, sus logros, como perfeccionarlas, cómo pensarlas en diferentes contextos y situaciones sociales y que trasciendan las coyunturas políticas si eso es posible. Creo que la universidad puede aportar a formar graduados con perfiles para desempeñarse en el estado; también tiene que poder generar consultorías y asistencias técnicas, pero además tiene que poder generar conocimientos productivos para la gestión estatal y un proyecto de país. Cuando Néstor Kirchner asumió el gobierno en 2003, una de sus primeras decisiones fue que las universidades públicas fuéramos las consultoras privilegiadas del Estado Nacional. Yo creo que todavía no llegamos a dimensionar el sentido que tuvo eso y todo lo que pudimos efectivamente realizar. Pero ¿cómo hacemos para superar la instancia de asistencia técnica, de consultorías? La producción de conocimiento como un bien intensivo y de utilidad social que las universidades generan tiene que poder ser adoptado tanto por las poblaciones como por las gestiones estatales en sus diferentes niveles. Hacerse cargo de generar las mediaciones para que ello suceda es una tarea de las gestiones universitarias. En ello va el ejercicio del derecho a la Universidad en su dimensión colectiva.