Desde la crisis del 2001 hasta la emergencia alimentaria actual, la Supersopa es un desarrollo con el que la universidad pública viene dando respuesta a un problema crucial para la Argentina. Para conocer su historia, funcionamiento y perspectivas, entrevistamos a Anahí Cuellas, directora del Programa Supersopa de la Universidad Nacional de Quilmes.
¿En qué contexto surge la idea de la Supersopa?
La Supersopa surge como respuesta a la crisis del 2001. En el 2002 nosotros recibimos una donación de equipos de un proyecto que tenía Chiche Duhalde en el Mercado Central. Ella quería replicar algo que se hacía en Brasil, donde se montaban líneas de producción para elaborar alimentos a partir de las verduras y frutas que no se vendían y eran desechadas. Esto no se pudo implementar en nuestro país porque nuestro código alimentario considera desechos los vegetales que no se vende en el día, y no se puede usar como materia prima para elaborar un alimento. Además, los productos alimentarios ya están registrados, entonces no se puede ir cambiando la formulación diariamente. Varias universidades nos presentamos para ser beneficiarias de estos equipos y quedó la Universidad de Quilmes, ya que fue una de las primeras en tener Ingeniería en Alimentos.
Nuestra universidad se fue construyendo en lo que fue una fábrica, la Fabril Financiera, y a uno de los galpones lo reciclamos para hacer lo que es hoy la planta. A fines del 2002 estaba en marcha y en esa época ya tuvimos la primera producción.
El programa Supersopa se generó en un contexto de emergencia alimentaria, que es una situación crítica que atraviesan las personas que no pueden comer los nutrientes que necesitan. Hay una amplia variedad de estados de emergencia alimentaria: desde quienes no tienen nada para comer hasta quienes tienen una ingesta deficiente.
En esta situación de necesidad, la universidad se hace presente con esta propuesta que, primero, crea un espacio productivo, en el que les estudiantes tienen un contacto con el mundo de producción, ya que muchas veces, sin experiencia, no los toman en ninguna fábrica o empresa. Segundo, en un sentido social, basada en la respuesta que necesita el territorio en situaciones de crisis alimentaria por parte de la universidad y, tercero, el fin académico, ya que la planta es un espacio para construir saberes interdisciplinarios, porque además de la participación de estudiantes del departamento de Ciencia y Tecnología, responsables de la producción, también contamos con la presencia de otras unidades académicas que nos ayudan con la distribución y difusión. Es un convenio de saberes, un espacio donde se puede construir. Sobre estos tres pilares se generó la Supersopa: al principio, los pilares más fuertes eran el productivo y el social. En los primeros cinco años hubo una producción tremenda, e incluso tuvimos intervenciones en Mozambique, en un terremoto de Chile, hubo presencia no solamente en Argentina, sino también en el exterior.
Después cambió la gestión de la dirección de la Supersopa y además cambió el contexto. Se empezaron a implementar un montón de políticas públicas que en el 2001 no estaban. El estado se hizo más presente, la demanda fue cambiando, ya no era una demanda de urgencia como era en un inicio y como vuelve a ser ahora. En esta etapa de la planta se realizaron desarrollos de distintos productos y empezó a tomar más preponderancia lo que es el pilar académico. Se hicieron desarrollos de productos, hay un montón de tesis finales, desarrollos que se pueden transferir a la industria. Después hubo otro cambio de dirección de la planta que coincide con un corte de gas que sufrió nuestra universidad.
¿A todo esto que año era ya?
Antes de la pandemia, en el 2018. La universidad sin gas y la planta sin poder producir. Estamos hablando de otra etapa que es la del gobierno de Macri, con todo lo que implicó la persecución hacia nuestras universidades, hacia nuestros docentes, hacia nuestros proyectos, el desfinanciamiento. Después vino la pandemia y la necesidad de reemplazar la caldera, que es lo que alimenta todo el proceso. En ese momento, la Provincia de Buenos Aires nos ayudó con la compra de la caldera, con el compromiso de que las primeras producciones fueran destinadas a la Provincia (de hecho, ahora vamos a entregar las primeras 4 mil latas, es decir, 200 mil porciones de sopa a la Provincia). Y ahora llegó este gobierno, con persecución política, desfinanciamiento, y una postura en contra de todo lo que es presencia del Estado, de todo lo que es público, de todo lo que iguala.
En este nuevo escenario político y de emergencia alimentaria, asumí la Dirección de la Supersopa, acompañada por un gran compromiso de las autoridades de apostar nuevamente a poner la planta en funcionamiento, algo que costó bastante porque después de cinco años había mucho que poner a punto. Por suerte pudimos hacerlo y ya estamos produciendo. La planta funciona con un gran apoyo de nuestra universidad, que se hace cargo, primero, de nuestros sueldos, porque al ser personal de la universidad eso está cubierto. Después, los costos administrativos y todo lo que son los servicios: agua, luz, gas, que en este momento es una apuesta súper fuerte por el tema de la quita de subsidios. Los demás costos de producción, como la compra de insumos y materia prima, se incluyen en el costo de la lata, que es el más bajo del mercado.
¿Cómo se produce la Supersopa?
La sopa es un alimento formulado por profesionales de la universidad: docentes, egresades, personal técnico. Es una formulación que trata de cubrir las necesidades nutricionales, incluye hidratos de carbono, lípidos y proteínas. Esto es muy importante porque la imposibilidad de consumir proteínas ensancha la brecha no solo entre quienes podemos comer y no, sino también entre quienes tenemos la posibilidad de ingerir los nutrientes necesarios para un correcto desarrollo cognitivo y quienes no la tienen. Porque una cosa es si podemos comer, pero ¿qué podemos comer? Es muy relevante que ese tema venga a la discusión, porque muchas veces la gente está en estado de vulnerabilidad y se le da un paquete de fideos, que cubre la necesidad de hambre a corto plazo, pero la falta de otros nutrientes tiene un impacto en el desarrollo y el crecimiento, sobre todo de les niñes. Es muy importante que puedan consumir un alimento que tenga verdura, que tenga carne, que esté equilibrado, que sea natural y que no tenga conservantes. La Supersopa no es solo un alimento social, sino también, un alimento nutritivo, elaborado con materia prima fresca y de calidad que seleccionamos y procesamos cuidadosamente.
¿Cómo se obtiene la materia prima?
La compramos con el ingreso de fondos de las latas que entregamos. Los particulares, las organizaciones, los municipios, etcétera, compran latas para donar o entregar a comedores y merenderos y esos ingresos nos permiten comprar los insumos para producir. Una lata de 4 kilos rinde 50 porciones y sale 34 mil pesos[1]. ¿Qué hacemos con esos 34 mil pesos? Compramos la materia prima: verduras, carne, lata y etiqueta. La universidad cubre los sueldos, los servicios, los gastos administrativos y de mantenimiento de equipos. Estas dos acciones cubren los gastos totales de producción y nos permiten ofrecer un plato de sopa a 680 pesos, menos de lo que cuesta un alfajor de segunda marca. La Supersopa no solo es un proyecto solidario que nutre, sino que se nutre de la solidaridad de todxs.
¿Cómo funcionan los enlaces territoriales para llegar a los usuarios de la Supersopa?
Contamos con un sistema de padrinos y madrinas. Por un lado, están las personas dispuestas a colaborar, quienes nos dicen: ‘Yo aporto X cantidad de latas’. Pueden donar una, cinco, diez o más latas. Estas donaciones llegan a la universidad, y ellos deciden si quieren entregarlas personalmente, donarlas a un comedor o a una organización específica, o bien dejarlas a disposición del programa para que nosotros nos encarguemos de la distribución. Por otro lado, tenemos a quienes necesitan ayuda: organizaciones o comedores que se inscriben en el programa y nos dicen, por ejemplo, ‘Somos un comedor en tal lugar y necesitamos latas’. Así, conectamos la voluntad de colaborar con las necesidades reales.
Además, trabajamos con municipios y provincias que compran latas para repartir en sus comunidades. Recibimos pedidos de municipios de la provincia de Buenos aires, como Marcos Paz, Azul, Bahía Blanca y de otras provincias del país, lo que refleja una demanda que no se limita solo a Buenos Aires. Un caso es el municipio de Casilda, en el sur de Santa Fe, que se ha acercado a nosotros por la gran problemática social que enfrentan y ven en la Supersopa una solución.
Nuestras redes sociales están llenas de solicitudes, y nos cuesta detener la producción para poder gestionar todos los pedidos. La verdad, impacta ver la magnitud de la necesidad. Producimos a un ritmo que, lamentablemente, no siempre es suficiente para cubrir la demanda, y muchas veces nos quedamos sin latas para repartir
¿Y cómo es la experiencia de les estudiantes que pasan por acá? ¿Es un espacio curricularizado?
La sopa no pertenece a la Secretaría de Extensión, como podría pensarse, sino que pertenece al Departamento de Ciencia y Tecnología. Las convocatorias salen como becas profesionalizantes, destinadas a estudiantes de todas las carreras del Departamento. Al inicio era sólo para la carrera de Ingeniería. Fuimos cambiando y vimos que era bueno incorporar otras perspectivas, que los grupos fueran interdisciplinarios y que en todas las carreras existiera la posibilidad de esta experiencia.
Abrimos convocatoria cada vez que iniciamos una tanda productiva y otorgamos diez becas. Hace un año, si abríamos la convocatoria, no había casi inscriptos. Hoy estamos desbordados. Se inscriben treinta, treinta y cinco estudiantes por llamado, para poder ser beneficiarios de la beca. Pero no pasa por una cuestión económica porque, la verdad, las becas son bastante bajas y apenas cubren el viático. Me parece que tiene que ver con el compromiso de cierta parte del estudiantado con el territorio, y con el estímulo de sentirse parte de algo más grande. La universidad está poniendo todo su esfuerzo para generar una respuesta o acompañar en esta situación, y ellos quieren acompañar también.
El mismo recorrido por la universidad pública y gratuita, con determinadas políticas de vinculación y saber que están en una institución que tiene un proyecto como el de la Supersopa también abre esos intereses.
Siempre les digo que deben estar preparados para responder, enfrentar o defender sus ideas cuando escuchen una opinión, incluso si eso significa posicionarse en contra. En las redes sociales y los medios de comunicación se escucha repetir que en la universidad pública no se hace nada, que somos todos ñoquis o que lo que se investiga no es relevante. Formar parte de este programa les permite conectar con la realidad, porque además de consolidar sus conocimientos, entienden que las crisis muchas veces encuentran respuestas en el conocimiento generado en la universidad pública.
Las universidades también impulsan el ascenso social, por ejemplo, si yo no hubiese tenido la oportunidad de estudiar en una universidad pública y gratuita, no habría llegado a ser universitaria. Mi mamá solo pudo terminar la primaria y mi papá, en la época del Proceso, estudiaba en Filosofía y Letras, pero no pudo terminar la carrera. Mi hermana y yo somos la primera generación de universitarias en nuestra familia. A veces, quienes vienen después de nosotros no comprenden del todo la importancia que tienen estas universidades para los trabajadores y trabajadoras.
Estos espacios, como la Supersopa, son como una trinchera, el lugar de resistencia que tenemos hoy. Como te decía antes, la sopa tiene tres pilares, el académico, el social y el productivo. El social es la respuesta de la universidad hacia una demanda, que hoy surge de una crisis alimentaria grave, y es importante mostrarla. Porque, si no se muestra, no se defiende. Y que la Supersopa esté en un comedor, en un barrio, en un lugar donde haya una persona en situación de calle, y que se vea que es algo generado desde la universidad pública y gratuita para el territorio, es una herramienta concreta de resistencia. El caso de la Supersopa demuestra que en la universidad pasan cosas que atraviesan a la sociedad.
[1] Valor al 6 de septiembre de 2024.
“Me enorgullece muchísimo poder dar una mano desde la universidad pública”
Testimonio de Iñaki, estudiante de la UNQ y becario del programa Supersopa