Doctora en Ciencia Política y posgrado en Información Científica. Asesora en ciencia abierta y comunicaciones académicas en acceso abierto en CLACSO, institución a la que representa en diversos foros y redes internacionales sobre el tema
¿Qué tendencias se están observando en el mundo en relación a la comunicación de conocimiento científico y productivo?
Lo que observamos desde CLACSO es que, tanto por la pandemia como por el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sustentable que se vienen impulsando, entre otras emergencias que afectan a la humanidad a nivel global, se aceleraron los procesos de generar políticas que exijan que toda investigación financiada con fondos públicos tiene que estar disponible en acceso abierto, gratis en internet. En el caso específico de la pandemia, lo que se impuso a las editoriales comerciales internacionales es que tuvieran y eximieran del pago los artículos científicos sobre tema de COVID. Funcionó, pero no nos engañemos, apenas termine la pandemia va a haber que pagar montos importantes para acceder a esa producción, cuando también es necesaria para encarar las próximas pandemias. No es una solución. Podemos decir que la pandemia incrementó la conciencia internacional sobre la necesidad de contar con un sistema que sea más equitativo, participativo, no tanto al servicio de los intereses de las pocas corporaciones internacionales que manejan las principales revistas científicas del mundo. En la pandemia se vio que cualquier centro de salud del país que tenía algún dato relacionado con el COVID alimenta una base de datos nacional que se comparte a nivel internacional. No es sólo a los institutos de investigación, es un ámbito que abarca a muchos más actores sociales. Ese ejercicio de la pandemia nos preparó más para la ciencia abierta. En ese sentido, esta Campaña nos pareció una oportunidad para fortalecer el protagonismo de las universidades en las políticas de producción del conocimiento, de su difusión y del acceso por parte de la ciudadanía y de todos los actores que están interesados.
¿Qué están proponiendo o tratando de imponer las tendencias mercantilistas de circulación del conocimiento?
Tenemos que recordar en todo momento que han sido las universidades del mundo quienes históricamente han publicado las revistas académicas y científicas, junto a las sociedades científicas Solo en estos últimos 50 años ha progresado el proceso de privatización, principalmente en Europa y EEUU. Las universidades han terciarizado la publicación de esas revistas y libros académicos al sector comercial. Y ese sector comercial se transformó en un conjunto. Hoy son cinco grandes empresas que manejan el gran paquete de publicaciones científicas. Y hay una fuerte protección de esa industria en los países donde esa industria tiene sus oficinas centrales. Estamos hablando principalmente de Alemania, Inglaterra, Holanda, EE.UU. Es una industria que ejerce un lobby muy fuerte, y muchos países la protegen porque da mucho trabajo y paga muchos impuestos. Esa es la tensión que existe porque, desde que existe internet, las universidades tienen toda la capacidad del mundo de apropiarse de esa difusión de los conocimientos que producen las universidades y publicar ellas mismas las revistas, libros, repositorios, análisis de su propia producción, indicadores para evaluar el desempeño de los investigadores y los docentes investigadores. O sea que tienen toda la capacidad de hacer ese circuito de producción, difusión y análisis de su conocimiento producido. Tenemos una tensión: hay un 70% de las revistas con acceso libre, disponibles en internet, que no están en un circuito comercial, pero hay un 30% que es lo que se denomina (mal) la corriente principal, el mainstream, gestionada por el sector comercial. Desde CLACSO estamos colaborando con UNESCO para fortalecer en América Latina y en el mundo esas iniciativas de acceso abierto de las universidades, lideradas por la comunidad, sin intervención comercial, en infraestructuras abiertas. Las universidades tienen el protagonismo principal, con sus bibliotecas, repositorios digitales, editoriales que gestionan revistas y libros, en plataformas de software libre, abiertas. Lo que hay que hacer en el mundo es devolverles a las universidades lo que han terciarizado en el sector comercial, que hace un negocio con unas ganancias entre 30 y 40% anual con dinero que los gobiernos destinan a la investigación.
¿Qué ventajas ofrece este modelo en cuanto al avance y la multiplicación del conocimiento colectivo? ¿Cómo la gestión privada la entorpece?
Veamos un ejemplo: cuando los docentes preparan sus clases y la bibliografía de sus cursos, cuando los docentes investigadores buscan bibliografía para el trabajo que están haciendo o cuando los alumnos buscan bibliografías para el tema que estudian, es importante que accedan a diversidad de perspectivas y experiencias. Lo que está en esa corriente principal, gestionada por el sector comercial, son revistas que dan prioridad a artículos en inglés y sobre temáticas que interesan en las agendas internacionales de investigación. Pero nuestros docentes investigadores, nuestras investigadoras, los alumnos, están preocupados también por problemáticas locales y le interesan escuchar las voces locales sobre esos problemas que tenemos que resolver en nuestras sociedades. En ese circuito mal denominado principal, vamos a encontrar bibliografía internacional, pero no vamos a encontrar bibliografía nacional muy importante. Entonces, las políticas de acceso abierto exigen que todos los resultados de investigación financiados con fondos públicos estén disponibles, gratis, en internet, en texto completo, para el público que lo necesita. La gestión comercial va a priorizar lo que rinde más, y no rinde más quizás publicar gratis en internet textos completos de investigaciones que se hacen y fueron publicadas en español, francés, portugués, con problemáticas de algunos países africanos, pero eso también tiene que estar disponible en internet. Los sistemas comerciales excluyen parte de la producción de conocimiento del resto del mundo. Y la educación superior, que es un derecho, tiene que pensar y organizar que el acceso al conocimiento también es un derecho y está reconocido por Naciones Unidas. No solo a acceder sino también a participar en la producción del conocimiento que se pone en acceso abierto. Actualmente, lo que se publica en español, en revistas de calidad en nuestra región, no es valorado igual que lo que se publica en inglés en una revista científica internacional. Eso no es correcto. Lo importante es saber si esa publicación tiene calidad o no tiene calidad.
Cuando dice que no es valorado, ¿se refiere a no es valorado en el “Primer Mundo” o también en nuestros países existe ese sesgo?
Lamentablemente, existe también en nuestra región. En América latina, hay una fuerte tendencia a seguir los formatos de evaluación de investigadoras e investigadores, de toda su trayectoria, como se hace en el Norte. Y en el Norte se valora principalmente en base a los indicadores generados por esas corporaciones que gestionan las revistas de circuito principal, donde no se incluyen a la mayoría de las revistas de calidad en las regiones en desarrollo, principalmente en América latina, de África, de varios países de Asia, varios países de Europa de la parte menos desarrollada. Todo circuito de conocimiento es fundamental. O sea, si uno mira los Objetivos de Desarrollos Sustentable, no hay uno solo de los 17 que no necesite tanto conocimiento local como internacional. Tenemos unas poquitas excepciones en América latina: el CONICET de Argentina, por ejemplo, que para la evaluación de investigadores del sector de Ciencias Sociales evalúa también positivamente si ha publicado en revistas de calidad en la región. Por ejemplo, si han publicado revistas en Redalyc, Scielo, Latindex, Clacso, además de reconocer revistas que han sido evaluadas en Web of Science y Scopus, que son las dos herramientas que lamentablemente predominan en los procesos de evaluación en la región. Digo lamentablemente porque se pueden seguir usando, pero tienen que complementarse con otros indicadores generados a nivel regional y local sobre publicaciones de calidad. Se tiene que poder publicar en el idioma propio para sostener las conversaciones con actores sociales que no son del ámbito académico, que no manejan inglés.
¿De qué manera se pueden solidificar o promover las plataformas de acceso abierto en América latina y de qué manera esto contribuye a la integración regional, al intercambio solidario y equitativo?
Eso tiene mucho que ver con lo que ocurrió en nuestra región: como resultado de las últimas dos décadas de proyectos liderados por universidades públicas y financiados con fondos públicos, hoy América latina es la región del mundo con un mayor porcentaje de sus revistas académicas y científicas en acceso abierto, gratis en internet. Las bibliotecas universitarias son protagonistas claves en ese proceso para sostener el acceso abierto. Que sea libre y gratis el texto completo del conocimiento generado por la comunidad universitaria. Es un caso muy comentado en los debates internacionales sobre acceso abierto y un ejemplo a seguir por otras regiones, que han terciarizado la difusión del conocimiento al sector comercial. Es muy halagador para América latina que seamos un ejemplo a seguir. Lo que debería ocurrir es que esa producción sea adecuadamente evaluada porque, como mencionaba recién, en los consejos nacionales de investigación en nuestros países la evaluación está orientada en premiar principalmente a quienes publican en inglés en las revistas del circuito comercial internacional. En ese sentido viene trabajando el Foro Latinoamericano sobre Evaluación Científica de CLACSO, para la revisión de los procesos de evaluación científica en la región. Invitamos a todos quienes leen estos temas a participar en los debates que tendrán lugar en la próxima Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO, que va a tener lugar en la UNAM, en México, del 7 al 10 de junio. Nosotros consideramos que son las universidades junto con los organismos de gobierno, quienes financian la investigación y la educación, quienes deben liderar el futuro del acceso abierto y la ciencia abierta en el mundo. Tanto en lo estratégico, de decidir las políticas, como también en la implementación. Necesitamos orientar la producción del conocimiento a las necesidades de nuestras sociedades, y en ese sentido, en la próxima Conferencia Mundial de Educación Superior se podría aprovechar que este año la UNESCO ha lanzado la recomendación sobre ciencia abierta, donde se promueve algo muy importante, que es la coproducción del conocimiento junto con actores sociales fuera del ámbito académico. Lo que se está haciendo hace 20 años en América Latina es una oportunidad fantástica. Ahora falta ese esfuerzo en dedicar más equipos de investigación en el ámbito universitario a investigar en cómo reformular los procesos de evaluación, para construir nuevos indicadores que nos permitan fortalecer la construcción y el uso del conocimiento con otros actores fuera del ámbito universitario también.