Secretario General de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL)
¿Con qué expectativas se enfrenta a esta nueva Conferencia Mundial y cuál cree que debería ser la posición de nuestro continente?
Las universidades latinoamericanas y caribeñas (o una parte de ellas, porque creo que hay muchos tipos de universidades), las universidades más importantes, particularmente las públicas aunque no exclusivamente, tenemos interés en la conferencia, hemos estado elaborando documentos de posicionamiento e iremos los que podamos asistir a exponer si es posible estas ideas. Ahora bien, a mí, por lo menos, las informaciones que hemos recibido de parte de la UNESCO y de IESALC me hacen pensar que va a ser un evento insulso, que no va a tener mucha significancia. Es una conferencia internacional, es decir, se degradó y ya no es gubernamental, donde los gobiernos asisten con sus representantes y se comprometen a una serie de cosas. Asistirán algunos representantes gubernamentales, pero asistirá mucha gente. Si vos quisieras presentar un documento y lo registraras, recibirías una invitación formal de la UNESCO para poder estar presente, y esto es complicado. Pero, en este encuadre, en el que hemos venido observando una serie de cambios, de falta de explicaciones claras, yo la verdad no tengo mucha expectativa respecto de que podamos obtener cosas sustantivas de la Conferencia Mundial. Esto no quiere decir que no tenemos que ir y decir, los que puedan hablar, las cosas en las que nosotros creemos y que son importantes. Algunas cosas ya las hemos dicho en la conferencia del 2009 y en las conferencias latinoamericanas y caribeñas de educación superior de América latina y el caribe del 2008 y el 2018, como el tema de la gratuidad de la educación y entender a la educación superior como un derecho. Pero necesitamos decir muchas más cosas que están pasando porque, sin meditar en nada lo bondadoso que resultaron las conferencias del 2008 y el 2018, las cosas que ahí se dijeron ya nos están quedando viejas.
¿En qué sentido?
Ya no da para mucho decir que la educación es un derecho. Nos están pasando muchas cosas, se está transformando la educación, estratificando las universidades, hay temas pedagógicos, didácticos, de cómo entender qué es un profesor y qué es hoy un estudiante, qué es la universidad, cómo usar la tecnología para realmente cumplir con el cometido que tienen las universidades hacia adentro y hacia afuera de ellas. Y de esas cosas creo que no estamos hablando mucho. Entre otras cosas, porque no tenemos del todo claro todos lo que eso significa y cómo tiene que concretarse. Entonces, mis reacciones sobre lo que será la conferencia mundial son mixtas, si las puedo calificar de alguna manera. Creo que la UNESCO se ha derechizado, lo debo decir así. Hoy tiene mucho más claros ciertos intereses privatizadores, mercantilistas de la educación superior, que no compartimos. Debo agregar que para muchos Rectores la conferencia mundial no está en lo absoluto en su agenda. No solamente para los latinoamericanos, incluso para los españoles. Las universidades catalanas no “le dan bola” al asunto. No hay interés por el evento, no percibo ese ambiente.
¿Y eso ocurría en las conferencias anteriores?
Yo no estuve en la del 2009. Pero lo que sé es que fue muy agitada, muy debatida, con mucha controversia, porque había intenciones muy claras de parte de la UNESCO sobre conducir a la educación superior hacia los temas mercantiles. Pero ellos ya se dieron cuenta que eso, así puesto de esa manera, no va a ser aceptado por las universidades, sobre todo las públicas, en América latina en particular pero también en otras partes del mundo. Han degradado la categoría y es como que tú y yo nos pusiéramos de acuerdo y llamáramos a una conferencia sobre la educación superior en Jamaica o en Argentina, invitamos a algunos expertos, estudiosos del tema y discutimos un rato.
Algo más parecido a un congreso…
No va a ser una conferencia resolutiva. Ellos van a lanzar, subrepticiamente, como un mensaje subliminal, si lo puedo decir así, lo que ellos llaman “hoja de ruta”, que es esto de los campus globales, el énfasis de la educación hacia las cuestiones del trabajo exclusivamente, el uso intensivo de las tecnologías, esto que se está bautizando como la sociedad cibernética, pero todo ligado a que la universidad contribuya de manera mas eficaz y menos costosa a la creación de riqueza en una economía de mercado. Esa es a mi juicio la intención de fondo que tiene la UNESCO.
Aunque la Conferencia no ayude a dinamizar en un sentido progresista estos debates en el mundo, sí tal vez la preparación en nuestro continente puede hacerlo al interior de América latina, dejando algún saldo positivo para nuestra región. En ese caso, ¿cuál sería?
Aludiendo a una alegoría mexicana, “que la Virgen de Guadalupe te escuche” (risas). Yo siento que a las universidades latinoamericanas les falta mucho por realizar un proceso de integración real. Están muy ocupadas –y eso ha calado de manera muy profunda– en todo el asunto de los rankings, de la preocupación del yo en lugar del nosotros. Por supuesto que hay contadas excepciones, que no pueden dejar de tomarse en cuenta. Sí hemos creado un discurso político, que defendemos y nos escuchan, pero los gobiernos no, exceptuando el de la Argentina que tiene oídos un poco más abiertos, e incluiría a Ecuador y con algunas reservas a Bolivia. Pero en el resto… San Pablo, Buenos Aires, la UNAM, San Marcos, la Universidad de Chile, la Universidad Nacional de Colombia… podrían hacer una unión realmente latinoamericana y caribeña para impulsar proyectos que sean importantes, en vacunas, en patentes, en desarrollo territorial, de manera conjunta. No digo que no lo hagan de manera particular, pero así en red, con una visión latinoamericana y caribeña, no. A lo mejor los que lean este reportaje dirán que soy pesimista, pero yo no lo veo. Pero sí tenemos un discurso y algunos gobiernos lo adoptan. El gobierno mexicano acaba de aprobar una ley nueva, algo que en la Argentina hizo Perón en el 49, que es la gratuidad de toda la educación, incluida la superior. Eso es una cosa importante, pero no hay dinero, falta un sentido de grupo para poder trabajar conjuntamente. Entonces, el tema es que hay que tener discurso, pero hay que tener resultados también. Hay que meditar, pero hay que actuar.
¿En qué líneas de acción se puede fomentar o consolidar esto?
Hay agendas y puntos muy claros, como el tema del aseguramiento de la calidad con servicio social, con orientación social, o el problema del financiamiento. Hay que invertir realmente en las universidades para evitar esta precarización del trabajo docente, para renovar la planta de profesores e investigadores. Hay que adecuar las herramientas cibernéticas a la educación para ponerlas al servicio no solamente de los problemas, sino de asuntos que son ya ampliamente conocidos como la multidisciplina, la interdisciplina. Más allá de las universidades, hay una agenda muy clara: agua, cuidado de los recursos naturales, alimentación, educación, vacunas, patentes, seguridad alimentaria, vinculación con el territorio. Esas cosas las tenemos claras desde hace tiempo. Si uno analiza por países o por universidades, va a encontrar que hay universidades que están haciendo cosas muy valiosas. Pero no pasa de manera conjunta. Como región, como subcontinente, como América latina, cada quien habla por su lado y trata de hacer las cosas que mejor hace Hay esfuerzos como ENLACES, las redes universitarias, pero de ninguna manera creo que sería una falsa expectativa que tengamos una acción conjunta tipo los europeos. El acuerdo de Bologna funciona: la movilidad, el reconocimiento de grados y títulos, una serie de facilidades académicas, no tanto la vinculación con los problemas que existen. Si realmente te pones a preguntar, ¿la gente sabe en América latina lo que hacen las universidades? Yo te puedo asegurar que saben muy poquito. Ahora, por ejemplo, en Brasil, ante esta actitud fascista, las universidades definitivamente jugaron un papel, porque los científicos salieron a la TV y a la radio a explicar qué cosa era el coronavirus, qué cosas había que hacer, qué no se podía, pero en muchos otros lados nada, o muy poquito. Necesitamos a universidades realmente haciendo política con la sociedad, en el sentido no de favorecer a un partido o un candidato, no, haciendo política con lo que hacen: crear el conocimiento para resolver problemas. Eso no se hace. O se hace muy poco.
Hay un tema que resulta complejo en ese contexto que son las condiciones del trabajo docente, tan desiguales o estratificadas en América Latina, con ciertos niveles de estabilidad en algunas universidades y con países en donde está absolutamente precarizado. ¿Esto no impide o disuade este tipo de intervenciones en el debate de la sociedad?
Sin duda. El tema del financiamiento de los gobiernos hacia las universidades para este tipo de cosas es fundamental. Está muy estratificado el asunto de las capacidades financieras de las universidades y de pago a sus profesores e investigadores. Hay universidades de élite, generalmente privadas, con profesores que ganan muy bien y hacen buenas investigaciones. Y hay otras en donde hay profesores que no. Un caso extremo: un profesor venezolano gana un dólar al mes. ¿Cómo puedes pensar que en Venezuela se pueda hacer Ciencia para la sociedad? El financiamiento debe romper esta estratificación que se ha creado con todo el tema de los estímulos y rankings. Esa combinación fue nefasta para estratificar la educación. Muchos sostienen que hay que hacer educación a distancia porque es barata. No es cierto. La inversión que hay que hacer para realmente hacer educación virtual es costosa. Porque necesitas no sólo la tecnología, necesitas al capital humano, las personas, los profesores, realmente capacitados. Lo que se hace ahora no es educación virtual, es educación remota, de muy mala calidad. Eso no sirve. Al contrario, aburre a los estudiantes, propicia su deserción, baja sus niveles de aprendizaje. El tema del financiamiento es fundamental, y los gobiernos no están invirtiendo suficientemente en educación, para que sea un insumo estratégico y fundamental del desarrollo de nuestros países. Y las universidades tienen que cambiar. Si no cambian se van a quedar obsoletas. Facebook, Instagram, Google les van a ganar la carrera. Hoy los estudiantes quieren rápidamente capacidades para poder venderlas en el mercado de trabajo y ganarse la vida. Toda esta idea que nosotros tenemos de formar ciudadanos, críticos, cultos, conscientes de hacer de la educación un valor social, se va a perder o se va a minimizar. Eso es una derrota. Y ahí las universidades, las redes, las organizaciones universitarias, tenemos que juntarnos y luchar o no nos va a ir bien.
El panorama no parece muy alentador…
No quiero dejar una visión pesimista. Lo único que quiero remarcar es que necesitamos cambiar cosas, necesitamos una nueva idea de lo que tenemos que hacer. América Latina, y las universidades progresistas y la izquierda en general, son campeonas en cómo dividirse. O nos juntamos y nos ponemos de acuerdo, porque los gobiernos nos apoyan muy poco o casi nada, o están en contra nuestra, o no vamos a poder hacer esto que creemos, ese discurso político que las universidades deben servir a la sociedad y a los más necesitados no va a funcionar.