¿Qué enseñanzas nos deja la pandemia?
Dejó muchas enseñanzas que tienen que ver con la organización del tiempo y del espacio, en la convivencia entre trabajo productivo o remunerado y trabajo de cuidado o reproductivo. Esta convivencia entre ambas actividades no solamente perjudicó la vida personal de los y las docentes sino que modificó la vida familiar de los, las docentes y sus familias. En términos estrictos del trabajo del docente universitario, la pandemia puso en evidencia problemas que existían en la prepandemia. Por ejemplo, la falta de formación pedagógica, la falta de formación docente de los docentes universitarios. La mayoría son graduados universitarios que conocen excelentemente bien su disciplina, de eso no hay ninguna duda, sin embargo, no tienen herramientas para enseñar. Enseñar no es algo intuitivo. Hay que formarse para hacerlo. Esto existía previamente, pero lo que nos enseñó la pandemia es que es indispensable. Al principio se creyó que la principal dificultad para poder llevar adelante nuestro trabajo era la falta de equipamiento o conectividad, además de la cuestión anímica que nos afectó a todos. Es cierto, sin eso no podíamos dar clase. Sin embargo, esto va de la mano de la formación docente. Sin pedagogía, sin un proyecto pedagógico, sin un cómo enseñar, no tiene anclaje ninguna tecnología. Tenemos que exigir una formación docente de nivel universitario. No nos podemos seguir formando con maestrías, doctorados o cualquier herramienta de posgrado si queremos seguir enseñando. Para enseñar, además de conocer la disciplina, hay que conocer las herramientas de enseñanza. Si no, después no nos preguntemos por qué los estudiantes se aburren y se van, teniendo vocación de seguir esa carrera. La tercera enseñanza que tenemos que tomar en cuenta es que ya existían las tecnologías. Nosotros las seguimos llamando Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, pero ya existían, solo que no las usábamos. Creo que vamos a tener que convivir e incluirlas en nuestras clases. No volvemos a la presencialidad de la misma forma que nos fuimos. Aprendimos mucho de estos dos años y el lugar de las tecnologías cobró relevancia no solamente por la coyuntura, sino porque los estudiantes ya las conocen y nosotros tenemos que trabajar con eso e incluirlo.
¿Cómo se proyecta el regreso a las aulas en 2022?
Al principio lo que se proyecta es con qué dificultades nos vamos a encontrar, porque no es un regreso a las aulas tal como las dejamos en febrero, marzo de 2020. Se proyecta con las dificultades de lo nuevo, de lo que se va a poder hacer y de lo que no se va a poder hacer. Estoy hablando de protocolos y de nuevas normativas que seguramente aparecerán, como los porcentajes de virtualidad, que antes no considerábamos. Por ejemplo, en el estatuto una de universidad como la UBA ya existía un opcional de 30% de la cantidad de horas a dictar que podía ser no presencial. Yo jamás lo supe y mis colegas tampoco porque somos parte de una formación presencial. Creo que va a haber que organizarse en esta mixtura. No tengo dudas de que este regreso a las aulas va a ser mucho más rico por lo que aprendimos durante la pandemia, pero me parece que lo importante es tener en cuenta lo irremplazable que es la presencialidad, el docente y los estudiantes en un mismo espacio, discutiendo, poniendo sobre la mesa teorías, viéndose las caras, poder conversar en los pasillos, reírnos sin tener que estar viendo si las pantallas están prendidas o no. Así que en términos generales lo que se proyecta es muchas expectativas, muchas ganas. Pero este regreso se proyecta también con más exigencias al Estado nacional, que tiene que definir como política de estado –valga la redundancia– a la educación. No hay mucha más opción. Necesitamos recursos, conectividad, equipamiento y formación. Los docentes nos tuvimos que arreglar con lo que teníamos y gastar mucha plata en nuevos equipos, pagar la conectividad. Esto tiene que ser una política nacional y tiene que ir más allá de los gobiernos. El macrismo desmanteló el Conectar Igualdad; este gobierno tiene que establecer políticas de estado que no puedan ser anuladas por otro gobierno. Si no, va a ser otra pandemia o cualquier otra cosa y vamos a seguir en el mismo lugar, estancados. Así que en términos generales lo que se proyecta es muchas expectativas, muchas ganas.
¿Qué será lo nuevo en la universidad pospandemia?
Es medio difícil de predecir, sobre todo en un país tan impredecible. Pero yo lo que creo es que una de las cosas nuevas a las que nos vamos a tener que adaptar, más allá de los reglamentos y estatutos, es este esquema mixto. Hemos aprendido a usar las plataformas que nos ayudan un montón, sobre todo en la entrega de trabajos, en la interacción con los estudiantes en los foros. Creo que lo principal de la universidad pospandemia es recuperar los que quedaron en el camino. No sé si llamarlas políticas de inclusión o revinculación. Me parece que hay que recuperar dos cosas. Por un lado, los que no pudieron porque no tuvieron conectividad, porque tuvieron que laburar durante la pandemia, porque no tenían computadora o porque también se les dificultó aprender así. Por el otro, yo creo muchos de los que continuaron no son verdaderamente estudiantes universitarios en el sentido total del concepto. No es lo mismo estar en un aula que seguir un teórico en el colectivo desde el celular, gastando datos y atendiendo lo que puedan. Eso no es estudiar. Estudiar necesita sus tiempos, sus espacios. Y entre los tiempos y los espacios están las aulas de la universidad. Lo nuevo va a ser entender que tenemos estudiantes que durante dos años no pudieron hacer trayectorias “cómodas” o “respetables” en los términos que entendemos nosotros que debe ser un estudiante y hacer que tengan todo a su disposición para que pueda aprender. No nos podemos hacer los tontos, hacer que acá no pasó nada porque se matriculó mucha gente… La palabra inclusión educativa no dice absolutamente nada, excepto “todos adentro”. La palabra inclusión tiene que ir de la mano de la palabra democratización: todos adentro, pero accediendo al conocimiento, a todo lo que implica que ser un estudiante universitario. A mí no me sirve la matriculación a 20 materias y que las vayan aprobando; yo quiero saber cómo fueron los procesos de aprendizaje y de aprobación de estas materias. Y ahí tengo que ver cómo fueron también las prácticas docentes. No son solo los estudiantes los que pudieron o no pudieron, también fuimos nosotros los que pudimos o no pudimos brindar enseñanza de calidad. Porque tenemos la obligación de enseñar y enseñar bien, y cuando digo enseñar bien no es “doy una clase y entiendo que los estudiantes la aprendieron”. Lo nuevo en la universidad pospandemia es discutir el tema de la formación docente, el tema de la evaluación y no tenerle miedo a la discusión sobre la calidad, por supuesto, no en los términos de la UNESCO o de la derecha, pero me parece que nos debemos algunos debates que no estamos dando.
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