En un contexto de campaña electoral, resulta poco menos que inevitable que todo análisis y proyección sobre el presente y el futuro de la universidad se vea atravesado por esa instancia y por las esperanzas de que un nuevo rumbo político recomponga el daño que el sostenido ajuste de la Alianza Cambiemos ha generado sobre el sistema público argentino. Precisamente eso ocurrió en el primer foro de debate hacia el III «Encuentro Latinoamericano contra el Neoliberalismo por una Universidad Democrática, Popular y Feminista. A 70 años de la gratuidad universitaria», que se realizó el viernes 12 de julio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Como resumió ese día el economista Fernando Peirano (UNQ), «no hay nada más antineoliberal que la reflexión crítica».
En el encuentro participaron también Hugo Yasky (diputado de Unidad Ciudadana y secretario general de la CTA de los Trabajadorxs), Carlos De Feo (secretario general de CONADU), Alejandro Villar (rector de la UNQ, universidad en la que se realizará el Encuentro en noviembre), Graciela Morgade (decana de Filo-UBA), Juan Pablo Abratte (decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC), el físico Diego Hurtado (UNSAM), el filósofo y politólogo Eduardo Rinesi, el secretario adjunto de FATUN (trabajadorxs no docentes), Marcelo Distéfano, las especialistas en educación Myriam Feldfeber y Sandra Carli, además de decenas de estudiantes (que tuvieron un rol protagónico en la discusión), secretarixs generales de sindicatos de base de CONADU, docentes e investigadorxs.
El foro –primer paso de una serie que se realizarán en todo el país de cara al Encuentro de noviembre fue abierto por el secretario general de FEDUBA (docentes de la UBA), Federico Montero, la secretaria de Relaciones Internacionales de CONADU y directora del IEC, Yamile Socolovsky; Graciela Morgade y la presidenta de la FUBA, Eva Dimopulos. Montero explicó el sentido propositivo de los foros: «levantar la cabeza en el contexto de resistencia, no ser solamente una instancia de pelea por las reivindicaciones inmediatas sino también de poder inscribir en ese proceso la posibilidad de discutir un horizonte político estratégico», propuso.
Luego de explicar por qué este año se decidió incorporar al nombre del Encuentro el término «feminista» («una universidad popular y democrática tiene que ser necesariamente feminista»), Yamile Socolovsky anticipó que este ciclo de foros busca incorporar este debate «a otras compañeras y compañeros que no necesariamente están hoy participando de las mismas definiciones o los mismos ámbitos. Es vital que seamos capaces de ampliar esos espacios de debate sobre qué es lo que está pasando en la universidad, cuál es la universidad que queremos, por qué creemos que la universidad debe involucrarse en la discusión y debe replantearse internamente muchas cosas».
La «anfitriona» Graciela Morgade propuso algunos ejes de acción en un contexto electoral en el que se juega no solo el futuro de la universidad. Llamó a todos a participar en la «micropolítica, la campaña de todos los días», pero «no solamente mostrando el ajuste o la desvalorización de la educación pública sino mostrando de qué modo la universidad contribuye de manera sustantiva a la calidad de vida de las personas y su vinculación territorial». Por último, se pronunció por la necesidad de «forzar», si es necesario, la sanción de normas que garanticen la participación igualitaria de género en las universidades.
Al cierre del panel de apertura del foro, tras destacar la dinámica del foro en la que «mujeres y estudiantes» son «convocadxs en términos de iguales, algo que no siempre ocurre», Eva Dimopulos hizo una apretada síntesis de la situación de su generación en la universidad. «Nos dimos cuenta que teníamos naturalizado que la universidad era gratuita y un derecho. Esta etapa nos dio un cachetazo bastante fuerte sobre el hecho de que no existen derechos irreversibles y que la democracia se achica o se agranda según los gobiernos. Como generación no teníamos las herramientas para defendernos», reconoció. También identificó cómo el neoliberalismo produjo para lxs jóvenes –no solo universitarixs– un «achicamiento de los márgenes de futuro», pero que también fue el escenario en que «vinimos a imponer derechos que no se nos estaban otorgando», como ocurre especialmente en lo relacionado a la lucha feminista.
Profundizar la unidad
Una vez abierto el debate, uno de los ejes estructuradores fue el de la unidad alcanzada, que todos señalaron que debe ser profundizada. Hugo Yasky, por ejemplo, destacó que fue la unidad en la acción la que impidió que el campo popular fuera desarticulado por el frente neoliberal. También resaltó el rol que en ese proceso tuvieron lxs universitarixs: «La universidad pública es uno de los rasgos que como nación nos distingue en nuestro continente y el mundo. Otro rasgo es el poderoso movimiento sindical y social. Todo esto habla de una potente voluntad colectiva de resistencia, lo que explica que en los últimos cuatro años hayamos podido mantener en pie la resistencia a un proyecto que es muy poderoso». Sin embargo, por otro lado, Yasky advirtió también que si la elección de octubre está aún disputada, incluso después del fracaso del gobierno de Macri y el conocimiento público de que se vienen las reformas laboral, previsional y educativa, eso se debe a que hay todavía una batalla cultural que sostener.
Tanto Yasky como otrxs señalaron el carácter continental de la disputa. «La llegada de la élite empresarial al Estado nos hizo ver que el escenario global y regional es muy complicado –resumió Sandra Carli–. Esto es más que una coyuntura, pero no nos tenemos que desanimar. «Este plan es para toda América Latina –opinó también Seyla Riera (MPE)–. Lo vemos cuando nos encontramos con compañeros de otros países. Se espera mucho de nosotros por este modelo educativo, sindical y de lucha. Tenemos que entenderlo por eso en un marco mundial».
En el plano de la unidad en la resistencia, resaltó la rica experiencia de lxs estudiantes. Lucía Couso (La Cámpora), por ejemplo, sostuvo que la resistencia de estos últimos cuatro años «nos llevó a fortalecer nuestros vínculos hacia afuera y hacia adentro de la universidad». Lo mismo se registró por fuera del plano estudiantil, como destacó Marcelo Distéfano (FATUN), quien reivindicó la construcción de la unidad de abajo hacia arriba y en la diversidad, y puso como ejemplo el trabajo que el sindicato de trabajadorxs no docentes viene realizado con CONADU.
Una universidad para todxs
Sin duda, el contraste principal entre el modelo de universidad que promueve Cambiemos y el que se sostiene desde el Encuentro Latinoamericano es el que tiene que ver con la forma en que se entiende la relación entre el sistema y los sectores sociales históricamente relegados de ella. Aquello que la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal inmortalizó en su irritante frase en el Rotary Club, aquella de que «nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad».
Para Eduardo Rinesi, la lectura que se debe hacer de esa frase es que es «un intento de que desaparezca el horizonte de la universidad como un derecho». Para el filósofo, politólogo y especialista en educación, la afirmación es fundamentalmente falsa porque una serie de políticas públicas amplió notablemente el ingreso de sectores de bajos recursos a la universidad. Un ejemplo lo dio Paula Pfoh (Megafón), de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, quien reveló que un relevamiento en Ushuaia indicó que el 80% de los estudiantes de esa casa de estudios era primera generación de universitarixs.
Sin embargo, Rinesi también resaltó que la frase de Vidal «en parte es verdad». Tanto porque son solo algunos y no todos los que quisieran los que llegan sino también porque «hemos logrado democratizar el ingreso, pero no hemos logrado democratizar el egreso». De todas formas, opinó que la postura de la gobernadora es «escandalosa» porque no es alguien que debe hacer diagnósticos sino alguien que, como funcionaria pública, tiene que hacer cumplir la ley, «y hay una ley de la nación que dice que la universidad es un derecho».
«Y cuando decimos que la universidad es un derecho –agregó– no lo decimos porque desconocemos que el 50% de los jóvenes no van a la universidad sino porque nos parece un escándalo que no puedan ir. El gobierno actual ha desmantelado todas las políticas que se habían establecido para ingresar a la universidad y luego van al Rotary y ponen los ojos en blanco para decir que los pobres no llegan».
En ese debate, Carlos De Feo previno sobre la tentación de caer en la concepción liberal de la universidad como mecanismo de ascenso social. Al respecto, recordó el célebre video de Perón cuando explica las razones por las cuales decretó la gratuidad (de lo que se cumplen 70 años) y el ingreso irrestricto. Allí, el tres veces presidente señala que el motivo de aquellas medidas no fue brindar a esos jóvenes que no podían acceder a la universidad una herramienta ascenso social sino que aquellos que no ingresaban eran «materia gris que se pierde para la nación». De la misma forma, Altzibar Ciordia (MUI) enlazó el carácter inclusivo y democratizador de la universidad con su impacto en la sociedad. Para él, contra el modelo que pretende una universidad para pocas y pocos, «la democratización del conocimiento pasa en primer lugar por la articulación de masividad y calidad. Una universidad que no es masiva y popular es irrelevante».
Una universidad para el desarrollo
El horizonte electoral de agosto/octubre/noviembre irremediablemente empujó a reflexionar sobre el papel que deberá jugar la universidad en la reconstrucción del país. Como apuntó Alejandro Villar, «lo que se define en octubre no son los próximos cuatro años sino los próximos veinte años del país». En ese sentido, agregó, «en el mundo en que vivimos, el conocimiento es central para el desarrollo, por lo que no solo es una cuestión de inclusión: tenemos que apostar por los jóvenes y por la educación si queremos dejar de ser un país exportador de materias primas».
En el mismo sentido, Ignacio Vernazza (Movimiento Liberación, secretario gremial de la FULP) llamó a discutir «qué sentido le damos al conocimiento en la universidad pública. Está muy bien tener universidades e investigaciones financiadas, pero no para que sigan respondiendo a parámetros extranjeros. Cuando hablamos de universidad popular tiene que ver con rever cómo se construyen los estándares de conocimiento».
Diego Hurtado relacionó el ataque al conocimiento con el ataque al trabajo, el ajuste en ciencia con el intento de reforma laboral. «La agenda de conocimiento del neoliberalismo dependiente es el de las consultoras, las plataformas, el trabajo precarizado, la felicidad como consumo, la incertidumbre como modo de vida. Nosotros tenemos que contrarrestarla dando un salto y atando de manera muy firme el conocimiento al mundo del trabajo. Generar una agenda de conocimiento en relación al trabajo y no en relación a las instituciones».
La Decana Graciela Morgade ejemplificó que en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) armaron, como una forma de «defender a las ciencias humanas y sociales en un sentido popular», un observatorio universitario sobre diversos temas sociales relacionados con la ciudad de Buenos Aires, como las vacantes en escuelas públicas, la inmigración, la vivienda, la situación de las editoriales medianas y pequeñas, que demuestran que «este Gobierno de la Ciudad es tan neoliberal e insensible como el nacional». En el mismo sentido apuntó Sandra Carli, quien mencionó como temas de agenda de trabajo político-académico que deben afrontar todos los claustros a las del medio ambiente, la infancia y la adolescencia (tanto en términos educativos como en relación a su judicialización) y la problemática de las cárceles. En ese marco, denunció que el SIDIUN retrotrae algunos avances que se estaban –e incluso están– haciendo en cuanto a la valoración de la transferencia social de conocimiento.
También Juan Pablo Abratte denunció la implementación del SIDIUN. Para él, el Sistema Nacional de Docentes Investigadores Universitarios (SIDIUN) es, junto al Sistema Nacional de Reconocimiento Académico y al proyecto de un campus virtual del sistema público, que tendrá sede en la Universidad Nacional de Córdoba en la que Abratte es decano, son medidas que están introduciendo subrepticiamente cambios en el sistema con la intención de conducirlo hacia el «modelo de universidad del neoliberalismo». Este modelo consiste no solo en restringir la llegada de nuevos sectores sino que también es «un modelo fuertemente centralizado y, por lo tanto, con escaso margen para el desarrollo de la autonomía y las realidades regionales, con nuevos modelos de acreditación de saberes, como el bachillerato universitario, sin aplicación profesional, con el objetivo de generar egresadxs con saberes de muy poca relevancia. Estas discusiones, que parecen muy chiquitas ante el escenario complejo que tenemos, van avanzando lentamente. Tenemos que enfrentarlas con inteligencia».
«El macrismo nos empujó a discutir cosas muy urgentes y nos quitó tiempo para pensar a la universidad como espacio de discusión y pensamiento crítico», advirtió Malena Buchsbaum (Nuevo Encuentro), presidenta del Centro de Estudiantes de la Facultad de Sociales (UBA). Por eso, entre los temas que propuso discutir se encuentran el del conocimiento como forma de cambiar las cosas, el de celebrar y seguir militando la agenda feminista pero sin permitir que ésta ocupe la totalidad de la agenda de reivindicaciones, el de imaginar una universidad menos rígida.