Diego Tatián, quien publicó el año pasado Córdoba, 1918, el primero de los cuadernos “Nuevas bases para la Reforma Universitaria” (IEC-CONADU), reflexionó sobre el legado de esa conmoción ocurrida hace cien años. “La Reforma es obligatoria y necesariamente inconclusa. Es un legado que se va cargando de contenido emancipatorio conforme a las luchas sociales que las generaciones sucesivas tienen que enfrentar. Requiere de una gran responsabilidad académica, pero también militante, política, social, un acto de memoria para restituir su legado que es un legado emancipatorio. Porque la Reforma fue un hecho emancipatorio o no fue absolutamente nada”. En ese sentido, entiende que la sublevación estudiantil “es una inspiración y una memoria para detectar sistemas de dominación y organizarse políticamente con el propósito de revertirlos, tanto adentro como afuera de la universidad. Estamos en un momento de contrarreforma profunda en la universidad argentina o latinoamericana. Estar en sintonía con la tradición reformista quiere decir descifrar la contrarreforma a la que nos vemos expuestos y preservar un legado de su malversación”. Por último, recordó que los propios reformistas originales, al evaluar el impacto de los hechos que protagonizaron, concluyeron que habían sido derrotados y que “ no habrá reforma universitaria sin reforma social. El mayor legado de la Reforma –resumió Tatián– es hoy la lucha por la justicia social”.
Ante la posibilidad de que, por primera vez, con Andrés Manuel López Obrador, la izquierda llegue a la presidencia de México, Axel Didriksson detalló la importancia que un triunfo semejante tendría para toda América Latina y cuáles serían sus líneas de desarrollo en política universitaria. “La primera demanda de los universitarios va a ser apertura total gratuita para todos los jóvenes que demanden el ingreso a la educación superior de forma irrestricta y la creación de nuevas universidades para darle acceso a toda la población que hoy, como en toda América Latina, está copada de empresas mercantiles. México ha sido el país que en el último lustro ha tenido un crecimiento de la empresa privada de educación superior más alta del mundo”. Didriksson, que fue uno de los responsables de la histórica Declaración de Cartagena de Indias, reconoció que “de diez años hasta acá la mercantilización ha avanzado de una manera que no imaginábamos”. Por eso, ante ese escenario, convocó “ a retomar lo que dijimos en Cartagena, pero más fuerte” y a hacer “una revolución universitaria para revolucionar la sociedad”.
Por último, frente a un escenario repleto de pañuelos verdes (el miércoles siguiente se iba a votar en la Cámara de Diputados el proyecto de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo), Graciela Morgade hizo hincapié en la supervivencia de las prácticas patriarcales en el sistema universitario: “Una universidad democrática y popular tiene que ser feminista. Si no es feminista, no es democrática y popular”, resumió. Además de denunciar la existencia de distintas formas de violencia de género y la escasísima representación femenina en los gobiernos de las universidades, invitó a revisar las formas de construcción de poder en la universidad, la conformación de las cátedras, las formas de trabajo. Y concluyó: “Hay otra deuda mucho más compleja que tenemos todas las universidades, que es la deuda epistemológica. Los estudios de género siguen siendo marginales, siguen siendo una materia (con suerte, obligatoria), pero, por otra parte, cuando miramos desde la perspectiva de género el conocimiento que se construye y se transmite, lo que vemos son los sesgos patriarcales de ese conocimiento”.